Lena nació en Montcada, una tranquila urbanización a las afueras de Barcelona, en el seno de una familia que siempre supo que su hija era especial. Desde una edad temprana, su radiante personalidad extrovertida iluminaba cualquier habitación, pero lo que realmente la distinguía era su fascinación por el mundo natural. Mientras otros niños jugaban con muñecos o videojuegos, Lena pasaba horas observando cómo el agua congelada formaba hielo o cómo una llama devoraba la leña. Estas pequeñas maravillas alimentaban una mente curiosa que parecía estar siempre buscando respuestas.

Sus padres, aunque un tanto desconcertados por sus intereses poco comunes, la alentaron. Le regalaron pequeños terrarios para insectos, kits de ciencia básica y macetas para que cultivara sus propias plantas. Lena pronto convirtió su hogar en su laboratorio personal, cuidando de sus mascotas y observando cada pequeño cambio en ellas con atención científica.

Cuando llegó al colegio, no fue sorpresa que las Ciencias Naturales se convirtieran en su asignatura favorita. Aprender sobre el ciclo del agua, la metamorfosis de las ranas o el crecimiento de los árboles durante las estaciones encendía su entusiasmo. Su curiosidad no se limitaba a lo que enseñaban los libros; hacía preguntas a sus profesores que a menudo los dejaban sin respuesta, y su determinación por entender el mundo no conocía límites.

Sin embargo, al llegar al instituto, Lena comenzó a observar algo que no podía ignorar: las injusticias del sistema social. No comprendía cómo los furries, a pesar de su inteligencia, podían centrarse en sistemas como la economía, la política o las jerarquías, ignorando las maravillas y lecciones de la naturaleza. Para Lena, el mundo debería ser guiado por las leyes naturales, no por estructuras furry que parecían artificiales y restrictivas. Su indignación la llevó a adoptar una postura anárquica, y su magnetismo personal hizo que varias amigas la siguieran en sus ideales.

Pronto, Lena se convirtió en una figura destacada entre sus compañeras. Su discurso apasionado, mezclado con un carisma irresistible, convencía a quienes la escuchaban. En un acto simbólico, Lena decidió tatuarse la "A" de anarquía en su muslo en un tono rojo vivo, un recordatorio constante de su lucha por romper los moldes impuestos por la sociedad.

A pesar de su rebeldía, Lena nunca perdió de vista su amor por la ciencia. Terminó el instituto con notas sobresalientes en Biología y, siguiendo su pasión, se matriculó en la Universidad Autónoma de Barcelona. Allí, durante sus primeros días, conoció a Sin, una estudiante avanzada conocida por su enfoque radical hacia la ciencia. Durante una conversación casual en la cafetería, Sin compartió su visión: “La ciencia no solo explica la naturaleza; tiene el poder de transformar lo imposible en posible.”

Estas palabras encendieron algo en Lena. Por primera vez, sintió que alguien entendía su manera de pensar. Sin se convirtió en una mentora y modelo a seguir, aunque su amistad fue breve. Tras la graduación de Sin, ambas perdieron contacto, pero la impresión que dejó en Lena fue indeleble.

Un tiempo después, mientras Lena seguía con sus estudios en la facultad de biología, el T-Day sacudió al mundo. Ese día, el gas rosa alcanzó el campus mientras Lena trabajaba en un laboratorio. Apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando comenzó a experimentar una transformación radical. Su cuerpo creció hasta los 5,15 metros, y su entrepierna fue reemplazada por un imponente miembro equino.

Aunque al principio estaba aterrada, Lena pronto conectó los puntos: esto no era un accidente. Cuando los medios confirmaron que SinCorp, liderada por su antigua mentora, estaba detrás del T-Day, Lena no pudo evitar sentirse impresionada. Sin no solo había hablado de romper moldes, sino que lo había logrado a una escala nacional.

Decidida a seguir los pasos de Sin, Lena concluyó sus estudios con aún más determinación. Graduada con honores, se dirigió directamente a la sede de SinCorp en busca de una oportunidad.

Cuando Lena finalmente se presentó en la oficina de Sin, fue recibida con sorpresa. Sin apenas reconoció a la pequeña y carismática loba que había conocido años atrás. Ahora, Lena no solo era una giganta imponente, sino una científica con un historial académico impecable y una pasión desbordante por la modificación genética.

Tras revisar su historial, Sin vio en Lena algo más que una colega; vio una versión más grande y ambiciosa de sí misma. La contrató como científica jefe del área de modificación genética de juguetes, un campo crucial para SinCorp. Lena aceptó el puesto con entusiasmo, viendo la oportunidad de trabajar junto a su ídolo y de explorar los límites de la ciencia de una manera que nunca había imaginado.

Hoy en día, Lena es una figura clave en SinCorp. Su trabajo combina su amor por la naturaleza con la tecnología más avanzada, creando productos que desafían la comprensión convencional. Aunque sigue defendiendo sus ideales anárquicos, ahora lo hace desde una perspectiva científica, convencida de que el verdadero cambio no solo comienza cuestionando la sociedad, sino transformándola desde su núcleo.

Personalidad

Lena es una loba carismática, apasionada y con una mente profundamente curiosa. Desde niña, su personalidad extrovertida la llevó a conectar fácilmente con los demás, aunque su pensamiento crítico y su perspectiva anárquica la convirtieron en una figura desafiante para las normas sociales. Es idealista, pero también pragmática cuando se trata de aplicar la ciencia para generar cambios. Tiene una pasión inquebrantable por la naturaleza y un entusiasmo contagioso que inspira a quienes la rodean. A pesar de su rebeldía, Lena es leal, reflexiva y valora el conocimiento como la herramienta definitiva para transformar el mundo.

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