
Biografía
Xena nació en Murcia en el seno de una familia con valores profundamente arraigados en la disciplina y el deber. Su padre, un sargento del ejército conocido por su dureza tanto en el trabajo como en casa, gobernaba el hogar con puño de hierro. Desde pequeña, Xena aprendió que las normas no eran opcionales y que el respeto se ganaba con esfuerzo y obediencia. Sin embargo, fue su madre quien suavizó las aristas de su infancia, colmándola de afecto y enseñándole que la verdadera fortaleza no radica solo en la disciplina, sino también en la compasión.
La llegada de su hermano menor, cuando Xena tenía cuatro años, transformó su mundo. Mientras ella seguía las reglas al pie de la letra, su padre volcó todas sus expectativas en el recién nacido, viendo en él al heredero perfecto para su legado militar. A pesar de los intentos de su madre por mantener la armonía, la preferencia de su padre por su hermano era evidente, lo que dejó en Xena un sentimiento de abandono y una necesidad constante de demostrar su valía.
Durante la adolescencia, Xena se aferró a la disciplina que le inculcaron. Sacaba excelentes notas, ayudaba en casa y mantenía una conducta ejemplar. A pesar de no ser popular entre sus compañeros, las pocas amigas que tenía la admiraban por su firmeza y su inquebrantable sentido del deber. Aunque siempre se esforzaba por destacar, las miradas de aprobación de su padre seguían dirigidas a su hermano, cuya actitud despreocupada y tendencia a romper las normas no hacía más que aumentar la frustración de Xena.
Al cumplir 18 años, Xena decidió dar un paso audaz: alistarse en el ejército. Sabía que esa era la forma de demostrarle a su padre que también podía ser digna de llevar el apellido familiar con orgullo. Aunque su padre aceptó firmar los papeles, lo hizo con desdén, seguro de que Xena no resistiría la dureza de la instrucción militar.
En la academia militar, Xena se enfrentó a innumerables desafíos, desde el agotamiento físico hasta el trato distante de quienes no creían en ella. Sin embargo, su determinación inquebrantable y su ética de trabajo la llevaron a destacar. Aprendió a liderar con autoridad y empatía, rechazando las prácticas de favoritismo que había presenciado en su hogar. Su ascenso fue meteórico: en pocos años, Xena no solo superó las expectativas de sus superiores, sino que alcanzó el rango de teniente, convirtiéndose en una figura clave dentro de la base militar de San Javier.
Cuando Xena superó el rango de su padre, la tensión en el hogar alcanzó su punto máximo. Su padre, lleno de resentimiento, intentaba desmerecer sus logros en cada oportunidad, mientras que su hermano, ajeno a las expectativas, seguía siendo un nini incapaz de encontrar su rumbo en la vida.
Todo cambió durante una visita de Xena a casa mientras estaba de permiso. Una noche, tras una discusión acalorada, su padre, embriagado, intentó golpear a su hermano menor, desahogando su frustración acumulada. Xena intervino, inmovilizando a su padre con una destreza que dejó claro quién tenía ahora el control. Fue en ese momento cuando el T-Day sacudió la ciudad.
Una nube de gas rosa, resultado de una explosión cercana, se filtró por el sistema de ventilación de la casa y envolvió a Xena. La cantidad inhalada por su cuerpo superaba con creces la dosis habitual, y los efectos fueron inmediatos y deslumbrantes. Ante los ojos atónitos de su familia, Xena creció hasta alcanzar una altura colosal de 38,10 metros. Su musculatura se volvió imponente, y su anatomía cambió de forma drástica, desarrollando un miembro masculino de proporciones gigantescas.
La transformación no solo marcó un cambio físico, sino también una redefinición de su posición en el mundo. Su padre, incapaz de procesar el miedo y la vergüenza que sentía, nunca volvió a dirigirle una palabra hiriente. Por primera vez, Xena era dueña de su destino, libre de las cadenas del menosprecio.
Con el caos inicial del T-Day bajo control, el ejército reorganizó su jerarquía para adaptarse al nuevo orden social dominado por las gigantas. Reconociendo la capacidad de Xena, la nombraron líder del primer batallón de gigantas. Su misión: entrenar a las recién transformadas en tácticas militares avanzadas y desarrollar estrategias de combate que posicionaran a España como una potencia en el nuevo escenario mundial.
Xena diseñó un riguroso programa de entrenamiento que combinaba disciplina militar con el manejo de sus nuevas habilidades. Bajo su liderazgo, las gigantas se convirtieron en una fuerza de élite, preparadas para enfrentarse a cualquier amenaza pero sin rechazar a sus estilos de vida normales. Su enfoque no solo fortaleció a su equipo, sino que también la consolidó como un ícono de inspiración para otras gigantas, que veían en ella un ejemplo de perseverancia y superación.
Hoy en día, Xena es mucho más que una oficial militar: es un símbolo de resiliencia y empoderamiento. Aunque sigue siendo fiel a los valores de disciplina y deber que marcaron su infancia, ahora los combina con una visión inclusiva y estratégica. Su objetivo es claro: asegurar que las gigantas sean vistas no solo como una fuerza destructiva, sino como guardianas de la paz y la estabilidad.
Personalidad
Xena es disciplinada, decidida y profundamente resiliente. Su carácter firme y recto refleja los valores inculcados en su infancia, pero detrás de su rígida fachada hay un corazón empático, guiado por un fuerte sentido de la justicia y la protección hacia los demás. Aunque está acostumbrada a soportar las críticas y a luchar por demostrar su valía, Xena también tiene un lado vulnerable, marcado por el deseo de reconocimiento y afecto, especialmente de su familia. Como líder, combina autoridad con comprensión, ganándose el respeto de quienes la rodean y convirtiéndose en un símbolo de superación y fuerza inquebrantable.