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Nombre | Erika |
Edad | 22 años |
Raza | Águila |
Oficio | Fotógrafa |
Ubicación | Mérida |

Biografía
Erika nació en Mérida, la histórica joya de Extremadura, en el seno de una familia que atesoraba la libertad como un principio de vida. Sus padres, antiguos nómadas que viajaban por España en una caravana, dejaron atrás su estilo de vida itinerante momentáneamente para ofrecerle una infancia más estable. Su madre, una mujer de espíritu indomable, se encargó de criarla bajo una filosofía sencilla pero poderosa: vivir sin ataduras, apreciar los pequeños detalles y encontrar belleza en cada rincón del mundo. Estas lecciones se convirtieron en el núcleo de la personalidad de Erika.
Desde pequeña, Erika demostró que su alma pertenecía al cielo. Sus alas, espléndidas y robustas, eran motivo de admiración entre sus compañeras de clase y objeto de su propio orgullo. Volaba siempre que podía, encontrando una paz especial en los cielos que el suelo jamás podría ofrecerle. A pesar de las quejas de algunos profesores que consideraban a Erika demasiado distraída o desenfocada, sus padres no se preocupaban: para ellos, lo importante era que ella disfrutara de la vida, no que se ajustara a los estándares sociales.
Durante la adolescencia, Erika comenzó a desarrollar un amor profundo por la fotografía. Con una cámara vieja que había encontrado en un mercadillo, empezó a documentar el mundo desde su perspectiva única. Sus fotos capturaban no solo paisajes, sino emociones: la calma de un atardecer visto desde las alturas, la vida bulliciosa de los mercados en los pueblos pequeños y la conexión humana en los rostros de sus modelos improvisados. Su talento no tardó en destacar, y aunque sus padres se maravillaban de su habilidad, Erika seguía considerándolo un hobby más que una carrera.
En el instituto, su espíritu libre chocaba constantemente con las normas. Pasaba más tiempo explorando y fotografiando que en clase, y su libreta de apuntes estaba más llena de dibujos y garabatos que de lecciones. Aunque los profesores intentaron intervenir, sus padres jamás la forzaron a cambiar. Según ellos, Erika estaba aprendiendo algo más importante que lo que los libros podían enseñar: a vivir de acuerdo con sus propias reglas.
Cuando Erika cumplió 18 años, decidió seguir los pasos de su madre en su juventud y abrazar una vida nómada. Armada con una cámara Polaroid que compró con sus ahorros, comenzó a recorrer los pueblos y ciudades de Extremadura, capturando cada momento que le parecía significativo. Su rutina era simple: volar hasta que un lugar le llamara la atención, fotografiarlo y, en ocasiones, vender postales hechas con sus fotos para financiar sus viajes. La libertad absoluta era su único objetivo, y durante años vivió de esta manera, feliz y sin remordimientos.
Sin embargo, todo cambió durante una de sus escapadas fotográficas. Erika estaba en un paraje rural cuando el cielo se tiñó de un inquietante rosa. Desde las alturas, vio cómo explosiones de gas invadían el horizonte. Alarmada, decidió regresar a Mérida lo más rápido posible, preocupada por la seguridad de sus padres. Su vuelo, normalmente relajado y placentero, se convirtió en una carrera contra el tiempo. Pero al llegar a la ciudad, una de las nubes la alcanzó.
El gas rosa penetró en el cuerpo de Erika con violencia. Sintió un dolor abrasador mientras su cuerpo cambiaba: sus huesos se estiraban, sus músculos se fortalecían y su piel ardía mientras crecía sin control. Al final del proceso, Erika había alcanzado una altura impresionante de 4,79 metros. Sus alas, ahora descomunales, parecían capaces de cubrir el cielo, y su silueta había cambiado, marcándose con curvas pronunciadas y una musculatura imponente. Para su asombro, un gran miembro masculino había reemplazado sus genitales femeninos, añadiendo un elemento inesperado a su nueva forma.
Cuando el gas se disipó, Erika encontró a su madre en la entrada de su hogar, mirándola con una mezcla de asombro y orgullo. "Siempre has sido especial", le dijo con una sonrisa. A pesar del caos del T-Day, su madre reconoció que esta nueva Erika representaba la máxima expresión de su espíritu: una criatura que desafiaba límites, que podía volar más lejos y más alto que nunca antes.
Desde entonces, Erika ha abrazado su nueva forma con el mismo espíritu libre que siempre la caracterizó. Su tamaño y fortaleza le permiten volar durante horas sin descanso, recorriendo no solo Extremadura, sino toda España en busca de las imágenes más impactantes. Sus fotografías, tomadas desde ángulos que ningún otro ser podría alcanzar, han comenzado a ser reconocidas no solo en círculos locales, sino también a nivel nacional.
A pesar de su creciente fama, Erika sigue fiel a su esencia. Vive de manera sencilla, llevando consigo únicamente su cámara, un cuaderno de dibujo y la libertad que siempre ha valorado. Es conocida como "la giganta de los cielos", una viajera incansable cuyo objetivo no es la fama ni la fortuna, sino capturar la esencia de un mundo que se despliega ante ella como un inmenso lienzo.
Personalidad
Erika es una soñadora libre y apasionada, guiada por un espíritu indomable que la lleva a explorar cada rincón del mundo. Siempre optimista y curiosa, valora la simplicidad y la belleza de los pequeños detalles que otros podrían pasar por alto. Su independencia y confianza en sí misma son su mayor fortaleza, pero también la hacen algo desapegada de las normas sociales. Erika es creativa y expresiva, canalizando sus emociones a través de la fotografía y el arte. Aunque a veces puede parecer distante o despreocupada, su corazón está profundamente conectado con las personas y los lugares que encuentra en sus viajes.